Los preparativos para el próximo cónclave se intensificaron este viernes con un símbolo inconfundible: la instalación de la chimenea sobre la Capilla Sixtina, desde donde se anunciará al mundo, mediante el ya tradicional humo blanco, la elección del nuevo papa.
Técnicos del cuerpo de bomberos del Vaticano fueron vistos trabajando en el tejado de la capilla, ultimando detalles para el inicio del cónclave el 7 de mayo.
Este sistema de señalización se activa tras cada dos rondas de votación, cuando las papeletas de los cardenales se queman en un horno especial. Si no se ha alcanzado un consenso, se produce humo negro, gracias a una mezcla química de perclorato de potasio, antraceno y azufre. En cambio, cuando se elige a un nuevo pontífice, la mezcla incluye clorato de potasio, lactosa y resina de cloroformo, generando el esperado humo blanco.
La imagen de ese humo blanco marcó la elección del Papa Francisco el 13 de marzo de 2013, en la quinta votación del cónclave. Fue el primer papa latinoamericano, y su muerte el pasado 21 de abril a los 88 años ha dejado a la Iglesia católica ante una nueva etapa.
Mientras tanto, los cardenales han comenzado a llegar al Vaticano para participar en las congregaciones generales, sesiones de reflexión y debate previas al cónclave. En ellas, incluso los cardenales mayores de 80 años —que no votan— tienen voz para debatir sobre los desafíos que enfrenta la Iglesia y el perfil del nuevo líder que deberá afrontarlos.
Entre los temas más discutidos figura la delicada situación financiera del Vaticano, así como un análisis de los logros y tensiones del pontificado de Francisco. Amado por muchos por su enfoque pastoral centrado en los pobres y los marginados, también fue cuestionado por sectores conservadores que consideraron que sus reformas y declaraciones sembraban confusión sobre la doctrina católica.
Uno de los temas más debatidos ha sido la reforma de la Curia vaticana, impulsada por Francisco a través de la constitución apostólica Praedicate Evangelium de 2022.
Esta reforma permitió, por primera vez, que laicos y mujeres pudieran dirigir dicasterios de la Santa Sede, rompiendo con siglos de tradición clerical. Entre los nombramientos más significativos están los de la hermana Simona Brambilla y la hermana Raffaella Petrini, quienes actualmente lideran, respectivamente, el departamento para los institutos de vida consagrada y la administración del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Estos cambios, considerados revolucionarios por unos y polémicos por otros, han generado debate incluso entre los cardenales más veteranos. Según la revista jesuita America, el cardenal Beniamino Stella —quien ocupó un cargo durante el pontificado de Francisco— criticó duramente esta reforma, cuestionando especialmente la separación entre el poder de gobierno en la Iglesia y el sacerdocio.
A pesar de no tener voto en el cónclave, figuras como Stella podrían influir en las discusiones. La llamada ‘vieja guardia’, de perfil más conservador, ha insistido en la necesidad de unidad interna, aunque algunos buscan alejarse del rumbo más audaz marcado por Francisco.
Desde otra perspectiva, el cardenal Fernando Chomali, arzobispo de Santiago y uno de los más recientes nombramientos de Francisco, defendió la diversidad de opiniones como una riqueza en este proceso. Chomali ha tenido un papel clave en la Iglesia chilena tras las crisis por abusos sexuales, y representa una generación de prelados que conjugan experiencia pastoral con apertura al diálogo.
Con el cónclave a punto de comenzar, los ojos del mundo vuelven a posarse sobre la Capilla Sixtina, donde 135 cardenales electores tendrán la tarea de elegir al nuevo líder espiritual de los 1.300 millones de católicos del planeta.