La devastación causada por una inesperada y brutal inundación en la región de Hill Country, Texas, ha dejado al menos 118 muertos y más de 160 personas desaparecidas, en lo que ya es considerada la inundación más letal en zonas interiores de Estados Unidos desde 1976.
La tragedia se desató durante las celebraciones del 4 de julio, cuando una pared de agua arrasó campamentos, cabañas vacacionales y hogares a lo largo del río Guadalupe.
Los sobrevivientes relatan escenas de horror, pero también de heroísmo. Entre ellos, un agente de policía atrapado por las aguas que, pese al peligro, se lanzó al rescate de decenas de personas atrapadas en los techos. Otro, fuera de servicio, utilizó una manguera de jardín atada a su cintura para salvar a dos personas que se aferraban desesperadamente a un árbol.
“Esta tragedia, por horrenda que sea, podría haber sido mucho peor”, dijo Jonathan Lamb, agente de la policía de Kerrville, durante una conferencia de prensa donde destacó la labor de rescatistas y voluntarios que tocaron puertas y evacuaron zonas antes de que fuera demasiado tarde.
Pero cinco días después del desastre, la magnitud completa de la catástrofe sigue sin conocerse. Equipos de emergencia —con maquinaria pesada y también con sus propias manos— trabajan entre los escombros que se extienden por kilómetros a lo largo del río.
“No pararemos hasta que se localice a cada desaparecido”, aseguró el gobernador Greg Abbott.
Número de vidas perdidas podría incrementar con el paso de las horas
La cifra de víctimas podría aumentar significativamente, ya que muchas personas estaban en la zona sin haberse registrado en campamentos ni hoteles. El condado de Kerr, con sus riberas y colinas salpicadas de cabañas y sitios turísticos, estaba lleno durante el fin de semana feriado.
En Camp Mystic, un campamento cristiano para niñas, murieron al menos 27 personas, mientras que otras seis, entre ellas cinco niñas, siguen desaparecidas.
El desastre ha desatado una ola de críticas hacia las autoridades locales, ya que no se emitieron advertencias generalizadas y durante años se ignoraron propuestas para instalar un sistema de alerta de inundaciones, debido a preocupaciones por costos y el “ruido” de las sirenas.
“Esto es inconcebible”, dijo Raymond Howard, miembro del consejo municipal de Ingram. “Esto es vidas. Esto es familias. Esto es desgarrador”.
Larry Leitha, jefe policial del condado de Kerr, reconoció que hay muchas preguntas por responder.
“Creo que esas preguntas necesitan ser respondidas, a las familias de los seres queridos, al público”, afirmó, aunque reiteró que la prioridad por ahora es encontrar a las víctimas.
“No vamos a escondernos de nada”.