Por primera vez en más de 100 años, los parisinos volvieron a zambullirse legalmente en el Sena. Al amanecer del sábado, gritos de “¡Está calientita!” resonaron entre las riberas cuando cientos de personas se congregaron en zonas habilitadas del río, como las nuevas plataformas de madera instaladas cerca de la Torre Eiffel y la Île Saint-Louis.
El histórico regreso a la natación en el Sena marca un logro ecológico y urbano, resultado de una inversión de 1,500 millones de dólares para sanear sus aguas. El proyecto, vinculado a los Juegos Olímpicos del año pasado, busca recuperar el uso público del río y convertirlo en símbolo de sostenibilidad.
Por primera vez en más de 100 años, los parisinos volvieron a zambullirse legalmente en el Sena. Al amanecer del sábado, gritos de “¡Está calientita!” resonaron entre las riberas cuando cientos de personas se congregaron en zonas habilitadas del río, como las nuevas plataformas de madera instaladas cerca de la Torre Eiffel y la Île Saint-Louis.
El histórico regreso a la natación en el Sena marca un logro ecológico y urbano, resultado de una inversión de 1,500 millones de dólares para sanear sus aguas. El proyecto, vinculado a los Juegos Olímpicos del año pasado, busca recuperar el uso público del río y convertirlo en símbolo de sostenibilidad.
Las autoridades aseguran que el río cumple ya con los estándares europeos de calidad del agua la mayor parte del tiempo. La alcaldesa Anne Hidalgo, presente durante la reapertura, mostró orgullosa una botella transparente con agua del Sena, símbolo de confianza en el proceso de limpieza.
Aunque la natación en el Sena estuvo prohibida desde 1923 por los altos niveles de contaminación y el tráfico fluvial, hoy las autoridades ambientales afirman que los niveles de bacterias están dentro de los márgenes aceptables. Aun así, nadar fuera de las zonas autorizadas sigue prohibido por motivos de seguridad.
Desde un puente cercano, François Fournier, vecino de la zona, observaba con reservas: “No me arriesgo, francamente. He visto cosas flotando en el Sena que no te puedes imaginar”.
Y aunque aún podían verse algunos residuos flotando —una hoja, un envoltorio de plástico— el característico hedor a aguas residuales ha desaparecido, dejando solo un olor terroso típico de los ríos naturales.
“Es tan chic nadar en el Sena, junto a la Île Saint-Louis”, comentó entre risas Lucile Woodward, residente local. “Claro que hay dudas, como siempre que vas a nadar a algún sitio, pero creo que esta es una de las zonas más controladas del planeta. No creo que el ayuntamiento se arriesgue a un error”.